Nadie sabe lo que puede un cuerpo que no puede/Grotesco mirífico

¡Hola a Tod@s!

Presentamos los detalles de la exposición “Nadie sabe lo que puede un cuerpo que no puede/Grotesco mirífico”, por parte de Haniel Fonseca; Exhibida en la Galería Libertad de la ciudad de Querétaro. Te invitamos a visitar la exposición.

Pareciera que la anomalía, la extrañeza o la monstruosidad, cuando no son leídas como una amenaza inminente, despiertan, en la mayoría de los casos, un efecto hilarante, una respuesta risible. Lo ridículo es, literalmente, lo que hace reír por su rareza o extravagancia. Me pregunto si no será posible, ante la extrañeza de lo grotesco, reír de otro modo, imaginar otros gradientes de la risa más allá de este reír a regañadientes, signado por el desagrado y la repugnancia, es decir, más allá de la ridiculización como humoral mecanismo de abyección. En definitiva, apostar por una mundana afirmación de la monstruosidad, el alegre reconocimiento. de su entrañable extrañeza. La monstruosidad tal vez esté mucho más cerca de lo que pensamos. Especular sobre la fealdad es, entre otras cosas, descubrir su reflejo en el espejo.
No estaría mal reconocerlo con una sonrisa.

La admiración y el asombro, en tanto modos de la sensibilidad, pueden concebirse también, desde el registro de la mirada, como afectos escópicos. El monstruo será quien sale de las sombras produciendo asombro, es decir, causando sorpresa a la vista, admiración.
Maravillarse en lugar de horrorizarse ante la monstruosidad implica establecer una íntima relación escópica con lo sorprendente, lo extraño, lo maravilloso (mirus), una suerte de fascinación, de fruición afirmativa y alegre, con lo que podríamos llamar, disculpen el cultismo, lo grotesco mirífico.

En Nadie sabe lo que puede un cuerpo que no puede de Haniel Fonseca, lo grotesco mirífico hará de lo raro uno de sus rasgos definitorios, explorando el “fuera de lugar” de una parafernalia protésica que nos invita a pensar nuestros cuerpos de otro modo. Esta especie de extranjería protésica y mutante constituye el encanto de sus poéticas corporales, la extrañeza como principio -siempre desterritorializado- de placer estético. Este aprendizaje de la sensibilidad que demanda esta nueva versión de lo grotesco -ya no ornamental, caricaturesca u horrorífica-, me parece fundamental para aproximarnos, desde la teoría freak, a la obra de Haniel Fonseca, a sus representaciones de otras cuerpos grotescos, sus placeres protésicos e imaginarios post ortopédicos.

Nadie sabe lo que puede un cuerpo que no puede nos sumerge en interesantes alternativas escópico-afectivas para repensar nuestra relación con las prótesis, más allá del clásico modelo del estigma y la abyección. En cambio, las imágenes de Haniel Fonseca evocan una suerte de intimidad perceptiva, donde el placer visual resulta de un descentramiento erótico y escópico, ubicado en las antípodas del voyeurismo como forma de espectacularización/cosificación de cuerpos y deseos no normativos. En su lugar, una afirmación de la vida y sus potencias protésicas. Una afirmación del cuerpo, de nuestros cuerpos, de todos los cuerpos.

La apuesta, en lo que llamaremos el giro grotesco, radica en la paradoja de abrazar la abyección, metabolizando en el registro de lo humoral justamente aquello que, de acuerdo con ciertos regímenes escópicos, dispositivos corporales y máquinas de visibilidad, estaríamos obligados a rechazar. Transgredir los mecanismos de abyección implica revertir la dirección de sus flujos. En pocas palabras, transitar de lo abyecto a lo inyecto, subvirtiendo el ocularcentrismo (moderno, humanista) a fuerza de inoculaciones post humanas. Voltear la mirada hacia nosotros mismos, inoculando, literalmente, una buena dosis de exterioridad y de rareza. El giro grotesco será el de una monstruosidad encarnada, inscrita en nuestros (im) propios procesos de corporización.

Fabián Giménez Gatto