¡Hola a Tod@s!
Presentamos los detalles de la exposición “Memoria de un espacio y tiempo”, por parte de la artista Laura Romero, en el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de Querétaro.
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Para quien camina entre la maleza petrificada de la ciudad, ésta le arroja siempre a manera de pregunta un enigma. Desentrañamos, deshilvanamos en constantes y vanos intentos, expuestos a lo que perdemos en el espacio que se abre al transeúnte. Sombra que quisiéramos capturar y elusiva deambula por los matices lumínicos del concreto.
La luz y la materia en proceso de transmutación bajo la mirada inquisitiva de Laura, yuxtapone fragmentos que cruzan el umbral entre lo que que aparece y la narrativa interior que quisiese tejer un relato, el testimonio de un viaje; el estar entre lugares. La exposición que se hace de memoria quisiese abrigarse de ciclo, reflexión. El proceso continuo de hacer del acontecer, una experiencia. Al pasear, registrar y transformar la materia en un collage de tiempos , pareciera que la artista evoca aquella función que Perec asignaba a la escritura: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.
Sin embargo, en la particularidad de la mirada que se expone, en la utilización de los colores naturales con reminiscencias a la tierra oaxaqueña, en el proceso de emulsión y la concreción del material y los distintos soportes, existe no sólo el intento de trazar y retener, sino de resignificar el orden de una cartografía íntima, una huella y la impresión de lo que pareciese intangible.
Ahí la contraposición de lo que siempre es sólo ensayo y la marca de lo que yace siempre incompleto en la obra, la singularidad de una herida. Una contradicción como la perplejidad que respiran los versos de Álvaro de Campos, dividido entre la lealtad que debo/a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,/y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
De la fotografía digital a lo concreto: el panel de Durock, la baldosa y los procesos fotoquímicos para hacer de la materia algo sensible a la luz y el color, pigmentos con olor a huizache que nos arrojan lo efímero de un rostro, el sesgo de un autorretrato así como el transitar que en sus pasos no hace sino resignificar el espacio buscando habitar, permanecer, así sea entre continentes, desplazado entre ciudades. Fachadas que se abandonan al sentimiento de lo inacabado, el ruinoso rumor de lo urbano y que nos recuerda esas
Ventanas de mi cuarto,
Cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién son
(y si lo supiesen, ¿qué sabrían?)
Ventanas que dan al misterio de una calle cruzada constantemente por la gente,
Calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta
con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres…
Fernando Pessoa, Tabaquería